11/6/08

¿En manos de quién están nuestros hijos?


El anterior artículo se refería a esos padres irrespetuosos que hay en los campos del fútbol base, hoy quiero traer una carta de una madre aparecida en el diario montañés y que incide en otro problema que tiene el fútbol base tan grave o más que el anterior, buena carta, dice así:


Sr. director:

Sirvan estas líneas como una modesta reflexión sobre el mundo del deporte base y más concretamente del fútbol.

Como asidua visitante de los distintos campos de Cantabria fui testigo el pasado domingo de un lamentable espectáculo en un campo donde se disputaba un partido de la categoría cadete (14-15 años). Se sentaba en la grada, por estar sancionado, el entrenador del equipo local. Libreta en mano al comenzar el encuentro daba la imagen de un auténtico profesional atento al juego de sus pupilos y dispuesto a anotar sin perder detalle sus fallos y aciertos para la posible corrección o alabanza posterior.

Pasados cinco minutos escasos del comienzo del partido la situación cambió. El técnico se transformó y como poseído por una extraña fuerza comenzó a dar alaridos, descalificando el juego de algunos de los componentes de su equipo, criticándolos e insultándoles con una dureza exagerada cuando cometía algún error e incluso en un momento determinado exigió a uno de sus jugadores que saliera del campo (mientras el balón estaba en juego en el otro extremo) y se acercara a él, recriminándole en ese momento su fallo en una jugada anterior de una forma irrespetuosa e impropia de un adulto que está trabajando con adolescentes y que debe conocer la vulnerabilidad de éstos.


En ese momento sin poder reprimirme (cosa que quizás y a tenor de los acontecimientos posteriores debí hacer) me dirigí a este entrenador para recordarle que le estaba habando a aun chico de 14 años y que si yo fuese su madre no consentiría semejante trato. A partir de aquí una serie de descalificaciones por parte de este 'profesional' del fútbol apostillados por varios envíos a tomar por donde la espalda pierde su nombre. Espectáculo desagradabilísimo que intentamos atajar cambiándolos de sitio.

Pero al finalizar el encuentro se repite una situación similar al dirigirse este entrenador al vestuario. Es indiscutible que la práctica de un deporte, y fundamentalmente si es colectivo, es importantísima en la adolescencia. Pero cuando enviamos a nuestros hijos a esos campos de fútbol debemos exigir que quien ocupa el banquillo sepa algo de fútbol, pero sobre todo trasmita valores tan fundamentales como el respeto. No hay más que echar un vistazo a las jornadas que se llevan jugando en esta categoría y constatar que no hay jornada en la que no se haya aplicado alguna sanción a jugadores o entrenadores.

No perdamos el rumbo, un entrenador de fútbol de niños y adolescentes debe ser un modelo de comportamiento, debe de tratar a los jugadores con dignidad y respeto, es un entrenador pero también un educador. Actitudes como la contemplada y sufrida este fin de semana anulan todos los valores positivos que para nuestros jóvenes supone la práctica de un deporte. Los padres y madres no podemos dejar en manos de cualquiera la práctica deportiva de nuestros hijos.

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