1/6/09

La psicología del fútbol

Cualquier cosa que hagamos nos expresa, dice algo de nosotros mismos. El deporte que elegimos practicar, el tipo de arte que nos gusta, el cine que vemos o no vemos, aquello que leemos, el periódico que compramos, los amigos que tenemos. Todo está impregnado de nosotros. El entrenador del Fútbol Club Barcelona nos dice algo del Barça de este momento, de la misma manera que lo hace el presidente que tiene el Real Madrid Club de Fútbol. La interpretación del significado es lo complicado. Nos dice algo. pero ¿qué nos dice? La interpretación no es independiente del interpretador. La crónica periodística tiende hacia el desapego del subjetivismo y el análisis de opinión está cargado de perspectiva. Ésa es la teoría. Sin embargo, como bien saben los alumnos de ciencias de la información, la objetividad está preñada de subjetividad.

Hay personas, muchas, que apostarían todo sin dudarlo a la validez de la afirmación de que fútbol es sólo un deporte. Lo perderían todo. Lo perderían porque no es sólo un deporte; o hay muy pocos deportes de masas que realmente sean únicamente un deporte. Es decir, que no hay nada que sea sólo un deporte en términos absolutos o que aquello que consideramos un deporte incorpora más elementos de los que habitualmente tenemos en mente cuando pensamos en patadas a un balón. El fútbol es un fenómeno social. Hay personas que el fútbol lo contemplan como 22 jovencitos golpeando la pelota sobre el césped, rodeados de miles de enardecidos seguidores que no tienen nada mejor que hacer. Cualquiera puede entender que ésta es una visión simplista, aunque no tenga la menor idea de balompié. El fútbol congrega a personas ociosas, desde luego, pero a muchísimas ocupadas, a necios pero también a inteligentes, a profesionales empleados y a empresarios empleadores. Últimamente incluso reclama a las mujeres, chicas jóvenes que comparten con los chicos el trayecto de una pasión.

El fútbol comparte con otros deportes de competición en grupo unas determinadas particularidades. Aparte de los ya conocidos rasgos de superación inscritos en el lema olímpico -más alto, más fuerte, más rápido-, el fútbol proporciona algo adicional. Hay una regla casi indiscutible en psicología: cuando alguien se mantiene mucho tiempo en una conducta es que está obteniendo algún tipo de valor de ella. emocional, racional, identitario, material o de evitación de una pérdida o de un mal. El balompié o el béisbol o el rugby son demasiado atractivos como para reducirlos a golpear pelotas o balones con las extremidades. Intentando hacer una síntesis, el fútbol es una ecuación social que combina valores, emociones, símbolos y sentido de pertenencia. Ni siquiera un partido político puede presumir de semejante cóctel, aunque bien es cierto que la política introduce otros ingredientes que no tiene el fútbol en el aficionado, como los intereses y el poder.

La vinculación al fútbol es emocional. El noviazgo con un equipo comienza en nuestro cerebro íntimo, en el puchero de los sentimientos. Es extraño encontrar a un individuo que se haya aproximado al fútbol racionalmente. La razón entra en juego después, cuando el sentido de pertenencia a un grupo que se identifica a través de unos símbolos demanda argumentos del individuo. Esto es a veces, porque en la mayoría de los casos la pasión que procede de la adhesión a un equipo no conoce razones verbalizables más allá de las emociones. Otro denso aglutinante del fútbol es la fe, una creencia sin razón que también parece estar grabada en nuestro interior y que tenemos que dirigir hacia algo, enfocar y alimentar para trascendernos. En algunas personas, el fútbol tiene cuerpo de trascendencia.

El sentido de pertenencia al grupo en el fútbol es poderoso y se expresa a través de valores y símbolos, ambos incrustados en el cemento de las emociones. El fenómeno Guardiola es la personificación. Quién no quisiera ser -fíjense, SER- del Barça para pertenecer al mismo espacio planetario que Guardiola. El entrenador del Barça es un símbolo de valores bañados en emoción: la juventud, la honestidad, el coraje, la creatividad, la humildad, la entrega, el estilo, la generosidad. Todas esas virtudes que desde pequeños nos dicen que tenemos que buscar, pero que raramente encontramos juntas en la vida real. Los medios de comunicación son el altavoz, la caja de resonancia de esos rasgos, los que muchas veces los moldean y proyectan. Y las personas se aferran a ellos. La competición en el campo trasciende el balón, hace mucho que trascendió el balón. Si sólo fuera por el balón, no existiría el fútbol. A través del fútbol puedes sentir que ERES algo que en otros roles de tu vida estás muy lejos de ser.

El sentido de pertenencia y la simbología emocional permiten que, en ocasiones, el fútbol sea instrumentado, por no decir prostituido por intereses espurios. Los más visibles son los grupos violentos que se han alojado como parásitos en las gradas. Ese tipo de parásitos son los responsables de que la final de una Copa del Rey en donde coinciden un equipo vasco y otro catalán sea noticiable no por eso, sino por una pitada. Todo depende de la representación mental de los significados. Lo que podría haber sido (y fue para muchos) una escenificación de la España de las autonomías, de las nacionalidades, de los hechos diferenciales unidos bajo el espíritu común de la Corona, ha quedado en el subconsciente colectivo como una teatralización de la España cainita que se rompe. Todo depende de la interpretación hacia la que empuje el interés de cada cual. Igual que en la final de la Copa de Europa en Roma, donde unos ven a la España de la Armada Invencible contra la pérfida Albión y otros al Barça nacionalista gran Satán de un Real Madrid guardián de las esencias de lo español.

El símbolo lo construimos nosotros y una bandera que ondea o una camiseta que suda tienen significado porque nosotros se lo otorgamos. En esa concesión de significados unos persiguen la pureza de la competición justa y otros, desafortunadamente, imponer su propio interés a costa del otro. Bienvenidos al planeta Tierra.


Andrés Montero Gómez es director del Instituto Mogz de Ciencias del Comportamiento

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